Noriega: El sinsonte que hoy quiere libertad y decidió pedir perdón…

Tío Chivale,  Alcibiades Bethancourt


“Ni un paso  atrás” … fue la frase nefasta que me dejaron en el chat. 

Y he reflexionado sobre esta frase mil y una vez, expresada con soberbia y de forma inmisericorde cada vez que quería el general Manuel Antonio Noriega en sus tiempos de hombre fuerte del país.  Se les grabó a los seguidores y afectos al régimen dictatorial de turno.

Cuando anoche escuché las declaraciones tal cual un parte de guerra del destronado general Noriega, ante Alvaro Alvarado, diciendo “perdón” si le hice daño a alguien; me quedé esperando que comenzara a mencionar casos emblemáticos de la dictadura militar que suman los más de 110 casos registrados como violaciones de lesa humanidad por graves delitos de homicidio, secuestro y desaparición forzada. Eso no ocurrió. Reviví el calvario de cientos de víctimas que hoy nadie les dice por qué las mataron, ni por qué las desaparecieron?

He dedicado desde 1999 a buscar afanosamente la verdad junto a mi prima Maritza Maestre, el padre Conrado Sanjur, mi madre Yolanda de Bethancourt; mis amigos Kilmara y Marcos Mendizabal, Julio Villarreal, Eloisa viuda de Britton, mi difunto amigo Federico Britton, los muchachos del Fer 29, Abdiel De León, Gloria Castillo y muchos otros, que nos acompañan en este caminar. 

Pero antes de ese 1999, la historia la he tenido presente desde que tengo uso de razón, fui la última en ser abrigada por mi tío Chivale, Alcibiades Bethancourt, quien me mantuvo en sus brazos antes de desaparecer, algo inusual en un hombre parco, idealista, izquierdista, radical, visionario y valiente.  De él heredé la lealtad, lo idealista, la verdad y la convicción.

Mi abuelita en su humilde morada me llevó un día a ver una gaveta, y su último recuerdo me le dejó bajo custodia. Era una foto de Sandino. Tenía lo más preciado que le quedó a mi abuelita, por qué a mi? Pregunté. Nunca hubo respuesta, yo la periodista de la familia,  soy la custodia de aquel recuerdo ideológico de un hombre que desapareció, que fue secuestrado, llevado en un helicóptero de la Guardia Nacional al Cuartel Central, del cual más nunca se supo nada a inicios del golpe militar.
Fue una cadena de duros eventos trágicos para la izquierda de Floyd Britton, de los Santizo, Gantes, entre otros, que hoy son nuestros mártires de la lucha antimilitarista.
Era el compromiso que me dejaba doña Dominga Aparicio de Bethancourt (qepd).  Lo entendí como el seguimiento de su memoria y su búsqueda. Ya mi abuelita no podía esperar más sentadita en la ventana de la puerta de madera, en el viejo caserón de Santa Ana, aguardando un milagro a que su hijo Chivale, al cual se lo arrebataron bajo engaños, regresara.

No hubo nunca una respuesta de los militares.  Y el código del silencio se apoderó de este y de los cientos de casos de delitos de lesa humanidad acontecidos en la más oscura época militar. Mi prima Maritza y mi abuela tocaron puertas, y una de esas fue la de Noriega, no hubo respuesta, ante la desaparición de tío Chivale, como ahora lo demostró por televisión.

Tampoco esperé más de Noriega, que dijera la verdad, que rompiera el código del silencio militar, aquel hombre que fue formado por los americanos, se le asociaba a la CIA y fue cobijado por quienes después se lo llevaron esposado, tras su caída militar.

Lo de anoche fue más que pedir  perdón, fue una proclama al estilo militar, sin echar un “paso atrás” , que hoy hace noticia a nivel mundial, que ha tenido el repudio de lo que para unos es un show mediático, cero arrepentimiento y que abrió las heridas de las familias que hoy no saben el por qué de los crímenes de lesa humanidad contra militares, opositores, izquierdistas, civilistas, estudiantes, líderes, sacerdotes durante 1968-1989.
Fue bueno que supiéramos qué hay todavía detrás de la mente manipuladora y calculadora de Noriega,  y de sus hijas que estuvieron presentes y que limitaron que Noriega dijera la verdad.
Compañeros, él,  Noriega, quien considera que un “sinsonte no puede hablar enjaulado” según la versión de Murgas Torraza, no fue más que aprovecharse de la coyuntura política y judicial del país, para conseguir la oportunidad de seguir tranquilo su condena y calvario de 26 años de prisión en una casa. Pero te recuerdo que su cadena está atada al episodio de muertes, y más muertes que lleva en su espalda y manos. Heliodoro Portugal es el nombre, porque ellos tienen nombre y apellido, familias que quedaron destrozadas.

Sus hijas, las de Noriega,  hoy pueden disfrutar cerca de su padre que aunque condenado a una cárcel pueden verle.  Nosotros los familiares de las víctimas no podemos ni llevar flores a un cementerio. Muchos niños no pueden siquiera recordar la cara de sus padres fusilados el 3 de octubre, porque se los arrebataron. Qué diríamos a Edilma Gallego? Dónde está su hermano Héctor? Primer mártir latinoamericano de la iglesia, en aquella época, qué vino a hacer la obra católica de Jesús, encomendado en los pobres de Santa Fé de Veraguas.  Qué le diremos a los Spadafora, quiénes enterraron a Hugo sin su cabeza. Ese dolor persiste.  Qué le diríamos a la madre y hermanos, a la viuda de Floyd Britton, del destino que corrió en Coiba después de ser arrastrado por un caballo en la arena de ese Pacífico, torturado,  pero digno sin vender su ideal, ni traicionar a nadie.
A la difunta Dominga Aparicio viuda de Bethancourt (qepd) le hubieses dicho, no mire más para afuera de la ventana que su hijo Chivale, jamás va a regresar? Te pregunto.

Es verdad, la fe está puesta a prueba, el cristianismo está puesto a prueba, el perdón es de Dios.  Pero si no viene acompañado con la verdad y la justicia, el perdón es casi nada, es nada.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha señalado: “El derecho a la verdad no puede ser coartado…”, declaró la Comisión en un informe titulado “Derecho a la Verdad en las Américas”.
La presidenta de la CIDH, Tracy Robinson, publicó un comunicado en el cual aseveró: “No son solo las víctimas y sus familiares quienes tienen derecho a la verdad, sino también la sociedad como un todo”.
Sí mi fe y mi cristianismo ha sido puesto a prueba o está a prueba, solo Dios también me podrá juzgar. Ni odio ni rencores, señalas tú y qué pasemos la página.  No le podemos decir eso, a la joven Heidy, quién esta mañana reveló como su padre un Sargento 1ro tras el golpe del 3 de octubre lo dejaron sin cerebro y le pusieron encima una manta militar, su cuerpo lleno de huecos de las balas del fusilamiento en el hangar de Albrook junto a sus otros 10 compañeros. Ante este drama podrías decirme, es justo cerrar la página a esta mujer quien cuando era una niña de 4 años,  que hoy, 26 años transcurridos no tiene la verdad en sus manos.  Es fácil perdonar a una mente tan macabra, que no tuvo misericordia?

Solo te recuerdo Julio, a ti, y a quiénes hoy piden que se cumplan las leyes, que un día Noriega no las respetó, el siguiente pensamiento:
“Como Jesucristo en el Huerto de Getsemaní saliste al encuentro de la muerte, había llegado la hora que desaparecieras”, así fue el destino de Jesús Héctor Gallego.

Mi perdón está en ser como el cura bueno, Jesús Héctor Gallego, comprometida con la justicia social. Qué fue humillado ante el que dominó y poseyó el poder.
Mi fe la profeso con lealtad y equilibrio frente a las injusticias que un día dejó un hombre que hoy quiere volar para alcanzar la libertad que no termina de concluir sin la verdad.

Cómo le dijo en sueño mi tío Chivale a mi madre: “cuñada dónde estoy, yo estoy muy bien”;  no me queda más que decirles a los adeptos a Noriega que hoy piden clemencia por él. Qué hoy yo puedo estar tranquila, porque  mi tío está en el reino de Dios junto a su madre que siempre lo buscó y lo esperó.

Esta reflexión del dolor máximo que sentimos los familiares de víctimas de la dictadura, también están dedicadas a esos amigos y amigas que ayer comenzaron a recordar lo triste de un episodio que jamás debió ocurrir en mi país. Para ti Gisela por tu esposo;  para Nilsa por su hermano que estuvo cavando su fosa en Coiba, para mi primo Enrique que también fue detenido y llevado a Coiba a cavar su fosa; para Federico Britton (qepd), Eloisa, Antonio hasta Suecia, Julio Villarreal, mi prima Maritza, el padre Conrado quien honra al padre Héctor; Marcos y Kilmara; y muchos otros que nos acompañan en esta lucha.  Por la memoria de todos los detenidos desaparecidos de las dictaduras de América Latina.

“Si yo desaparezco, no me busquen: sigan la lucha”.. Jesús Héctor Gallego.

Gracias.

Grisel Bethancourt
Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos de Panamá, Héctor Gallego (COFADEPA-HG)
Jueves 25 de junio de 2015.







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